Christián Riquelme-Guerrero comenzó a trabajar en espacios domésticos mucho antes de que se agrupara la Cooperativa Escena Doméstica (que de paso se agrupa por iniciativa misma de Riquelme quién extiende la invitación a otras creadoras).
En sus procesos ha colaborado con distintos trabajadores y trabajadoras de las artes y ha recorrido diversos puntos de Valparaíso instalando propuestas misteriosas que ocurren, la mayoría de las veces, como ocurre una situación reveladora para cualquier habitante de la ciudad: En el más completo anonimato, incluso en secreto.
En esta ocasión el vinculo con el Festival Síntesis Teatral hace que Christián deje de lado su peculiar manera de convocar (solo unas pocas personas se enteran) y anuncia con antelación que abrirá su residencia, la que de momento se instala en el Cerro La Cruz. Dolly tuvo lugar ahí, precisamente en el pasillo de su casa.
Una casa en reposo. (Pues la casa no está en cuarentena o confinamiento, la casa está en reposo y sus habitantes haciendo cuarentena voluntaria, pues la ciudad aún no ha sido convocada a esta medida de precaución y no sabemos si algún día lo será. Lo que sí sabemos es que cuando lo sea, puesta en cuarentena, ya no será como medida preventiva; será una reacción tardía, como tantas otras del gobierno, que intentará hacer algo que está fuera de su alcance).
La casa se abre, el pasillo se abre y con esta apertura de pasillo; se abre el juego. Un hombre recorre las habitaciones conectadas a este pasillo, vinculando con su desplazamiento los espacios y los acontecimientos que permanecen sin revelar ante nuestra mirada (mirada tecnológicamente mediada. ¿Algún día dejaremos de señalar esto?). Algo pasó, más de algo pasa; este tipo se mueve, traslada cosas, manipula objetos, interactúa con seres vegetales que le acompañan en el lugar y con un humano que le contacta a través de un dispositivo. Una video llamada. Y lo que distingue al que llama de nosotros que observamos es que puede intervenir, claro. O al menos intentarlo. Porque al no estar presente el cuerpo de quien interactúa, el temor o respeto, que el tipo al que vemos tan hábil en su pasillo, parece experimentar ante su llamada, nos resulta todo menos algo letal, definitivo, contundente o irreversible. Es que nada como el cuerpo para todas aquellas cosas. Sin embargo, Riquelme y su equipo, se las ingenian para transformar esa relación en algo intrigante. El interior de las habitaciones y el exterior de la casa hacen su aporte con elementos técnicos, que se distinguen de los tecnológicos (asunto que hasta antes de la pandemia no era tan claro para quien escribe. Se suman ahora a los Ensayos Técnicos, los Ensayos Tecnológicos – aquí insertaría un emoji de brazos encogidos, pero no tengo a mano).
Los elementos que concatena Riquelme en esta propuesta de juego por el juego, en este formato que está a la mano y siendo recién amasado, hilvanan una tras otras las interrogantes espontáneas que brotan de ver a alguien haciendo algo que no sé muy bien qué es, pero que logro completar. Esto es aumentado en DOLLY porque en realidad no veo a alguien haciendo algo, sino que le veo en el pasillo que conecta las habitaciones donde hace algo. De lo que veo, solo aquello que queda en el pasillo, supongo que algo está pasando, algo pasó y de seguro, más allá de la ciudad y su contexto de pandemia, dentro de esta casa; algo pasará.