El Festival Síntesis Teatral Valparaíso se las ingenió.
Como la mayoría de las personas y organizaciones que han sostenido la actividad teatral en Chile a lo largo de los últimos treinta años a pesar del manejo negligente de las autoridades de turno, este festival acomodó todo para hacer frente a la pandemia, en un intento que además trata de sobrellevar la dura situación que enfrenta nuestro sector.
Escena Doméstica, nuestra cooperativa, fue invitada a acomodar también su propuesta. Lo que en un inicio, antes del contexto actual, era más bien una mirada retrospectiva de lo que habían sido los tres ciclos que la cooperativa ha desplegado por el territorio porteño, se transformó en una residencia creativa a cargo de sus equipos. Estas residencias tuvieron varias características que enmarcaron los procedimientos, siendo la más relevante esta nueva, aunque cada días más familiar, condicionante:
Los públicos estarían presentes a través de un aparato tecnológico.
Durante años habíamos escuchado que sin público no hay teatro. Recuerdo conversaciones épicas en las que esto era contraargumentado por quienes decían que sin actrices o actores no había teatro. Otros que sin acción. Y así, cada uno desde su trinchera en conversaciones que se olvidaban a la hora de subir a escena. Y lo mismo ocurrió aquí: No habrá público en la sala, sea esta doméstica o no. Listo, sigamos. Porque la labor, al parecer, es otra. No es que podamos aventurar lo que la labor es, pero lo de si el público está en la sala o no, pareció ser una alerta o alarma que se sumó a todas las otras; No hay dinero para pagar los ensayos, no hay, realmente, un pago digno por el trabajo, no sabemos qué haremos en caso de accidente porque no hay seguros de accidentes, ni de salud, comprometidos por desempeñar estas labores… entre otros que sería muy largo de anotar aquí. Los equipos consensuaron una planificación y; a trabajar. La mirada de los públicos iría internándose en los espacios domésticos, desde ser ignorada hasta ser recibida, acogida e invitada incluso a ser parte. Imposible no pensar en los públicos pues nuestro trabajo es para ellas y ellos, imposible no pensar en la comunidad para la que declaramos trabajar, como ésta se amplia y rompe las fronteras geográficas que nos habían, hasta ahora, acogido. Imposible no querer hacer.
El resultado fueron tres Sucesos. El Vuelo, a cargo de Andrés Ulloa, Entre-lazadas, de Javiera Vilches y Dolly, por Christían Riquelme-Guerrero.
Ser parte del Festival Síntesis Teatral Valparaíso resultó también una inyección de optimismo, que nada mal viene en estos tiempos críticos que enfrenta el sector de las artes escénicas en Chile y el mundo. Las propuestas dan continuidad al trabajo de la cooperativa, y de sus creadoras y creadores en particular, al tiempo que constituyen una respuesta ante el contexto (¿cómo no?). Hay distintos aspectos que considerar a la hora de enfrentar estos procesos de trabajo, desde la perspectiva a la que se limita la mirada del público (el encuadra de la cámara) hasta las velocidades que los cuerpos han de utilizar a la hora de transitar por delante del lente (técnica actoral pura). Esto no es un ejercicio audiovisual, a pesar de ser una propuesta audiovisualizada, las particularidades del contacto con el público están por verse. Las propuestas fueron transmitidas en vivo y en directo, como anunciaban sus transmisiones estelares los canales de televisión en los 90´s: Cómo si fuese la gran novedad, pero lo cierto es que no hay nada más en vivo y en directo que estar en vivo y en directo. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre esas funciones durante el festival y el que alguien las clickee y vea un mes después, dos meses después, en tres años más? Que no está pasando en ese instante (o una fracción de segundo antes de ese instante según la estabilidad de la conexión a internet). Ese elemento; estar haciendo algo en el instante mismo en que otras personas están dispuestas a acompañar lo que se hace, no difiere de lo que solíamos proponer. ¿Es esto teatro?, ¿no lo es? Pues va a depender de nosotras y nosotros. En la medida que nos reunamos en el contexto de un festival de teatro o en una función particular, vamos a tener la posibilidad de identificar, a través de la experiencia, aquellos elementos que nos hacen sentido, que percibimos y a lo mejor nos provocan algo nuevo o de una manera nueva. Tal vez estaremos sin poder nominarlos durante mucho tiempo, tal vez tendremos esas mismas conversaciones épicas sobre si es o no teatro con tal o cual elemento o sin tal o cual particular forma de materialidad o subjetividad, muy a la usanza de químicos intentando descifrar la composición del universo, lo cierto, de momento, es que más allá de la composición o descomposición de nuestra labor; tenemos trabajo por hacer y compartir, pues nuestras creaciones son constituyentes de nuestra realidad y contexto, con la capacidad, sin igual, de componerle, descomponerle, re organizarle y consolidarle. Capacidades que por estos días, meses y tal vez años, han de ser fundamentales en la construcción de lo que nos será común tras superar la pandemia, las crisis (sanitaria y económica) y la pugna socio-política en la que entramos de lleno en Octubre pasado.
La función del teatro, se entienda como se entienda, continúa, aún cuando la función no deba continuar.